La otra mirada.- (Investigación) «TUMBAS QUE CURAN»

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La otra mirada os presenta un programa especial de investigación en el que analizamos la figura de Manuel Rubio Sánchez el llamado “Curandero del Molinillo” en la localidad granadina de Huetor Santillán.
Hoy son muchos los fieles que acuden al cementerio de la localidad para rezar frente a la tumba del que llaman “maestro” fallecido en el año 2001.
Hemos estado en la antigua Venta El Molinillo en la antigua carretera de Granada Guadix donde en una humilde choza vivió durante casi cuatro décadas realizando su “sanación” para todas las personas que llegaban en busca de su auxilio, mientras escuchaban su frase “A Dios, querer”.
¿Cómo debemos de entender esta historia?, ¿Puede la fe curar?
Encontramos esta reseña en la página web del Ayuntamiento de la localidad Granadina.
Durante casi cuatro décadas, las últimas del siglo XX, la Venta del Molinillo (aldea de Huétor Santillán, provincia de Granada) se convirtió en un lugar de peregrinación de miles de personas de toda España en busca de ayuda de un hombre para curar sus males o reducir sus miedos. Unos lo llamaban maestro, algunos santo, pero la mayoría le conocían como Manuel o Manolico, el Curandero del Molinillo. Se llamaba Manuel Rubio Sánchez y se pasó casi toda su vida metido en una choza en este apartado lugar de la Sierra de Huétor Santillán, a medio camino entre las ciudades de Granada y Guadix.
De los 63 años que vivió (1937-2001), dos terceras partes estuvo en aquella pobre choza recibiendo a infinidad de personas que buscaban en él un hilo de esperanza para curar sus enfermedades, hallar solución a graves problemas familiares, consejos para negocios, etc. Manuel Rubio atendió día y noche a quienes acudieron en busca de remedio a sus males o soluciones a sus problemas; y siempre lo hizo sin cobrar nada a cambio de sus servicios. No obstante, aceptó como regalos infinidad de aparatos, leña, comida, animales, camiones y coches, que todavía hoy, once años después de su muerte, siguen a su nombre y formando parte de su colección.
Los miles de pacientes que hacían largas colas a la puerta de su choza del Molinillo eran atendidos por un numeroso grupo de personas de confianza que rodearon a Manuel Rubio Sánchez a lo largo de su encierro voluntario de más de tres décadas. Varias de esas personas que formaron su círculo más íntimo de colaboradores son las encargadas hoy de mantener viva su memoria y cuidar de la tumba que encargó para descansar eternamente en el cementerio de Huétor Santillán; su mausoleo es visitado a diario por decenas de personas que mantienen adornado el recinto con ramos de flores blancas y frescas.
Es noche de radio, ¿Embarcas?